Yo pisaré las calles nuevamente. Salvador Allende

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Por: Ramón Lobo

Hay símbolos que trascienden al personaje, a la persona, a sus defectos y virtudes, a sus aciertos y errores políticos. Hay símbolos que trascienden a la propia realidad de la que emanan. Los símbolos nacen de gestos excepcionales y del trabajo de sus seguidores. Uno de esos símbolos indudables es Salvador Allende, presidente de Chile (1970-1973).

Lo es en contraposición a Augusto Pinochet, héroe para algunos; maligno para otros. Lo tiene fácil el símbolo-Allende en su lucha de imagen con el general de las gafas negras y el gesto adusto, el traidor, el personaje burdo anticipado por grandes obras: Tirano Banderas de Valle Inclán, Señor presidente de Miguel Ángel Asturias y otras que recuerda Monterroso.

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Últimas horas: Allende junto al doctor Danilo Bartulín. @REPRODUCCION.

Gracias al empeño de Joan Garcés, abogado español que visitó La Moneda en las últimas horas de Allende, y del juez Baltasar Garzón, el golpista fue detenido en Londres. Llegó como expresidente y senador vitalicio y salió 503 días después de arresto domiciliario con triquiñuelas legales. El Gobierno laborista de Tony Blair resolvió el embrollo político de su posible extradición a España otorgándole la libertad por motivos humanitarios, razones que él nunca contempló para los demás.

Aunque Pinochet no fue juzgado ni condenado perdió su sitio en la historia, el que se había reservado, para entrar en la de la infamia. Allí está con el argentino Jorge Videla, entre otros muchos.

Allende
Isabel Allende, hija y senadora, ayer en Santiago. / ROBERTO CANDÍA (ASSOCIATED PRESS).

Ayer fueron exhumados sus restos, como relató mi compañera Soledad Gallego Díez. Doce forenses internacionales determinarán si Allende se suicidó tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, como sostienen los golpistas y las pruebas y testimonios hasta ahora conocidos, o fue asesinado como defienden sus simpatizantes, o luchando como sostiene Fidel Castro, el hombre que le regaló el fusil que llevaba el 11 de septiembre de 1973.

El periodista de TVE José Antonio Guardiola, director de En portada, firmó en 2009 un reportaje sobre la muerte de Allende, que incluye imágenes inéditas. El reportaje se llama Allende, caso cerrado.

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Pinocho
El general se incorpora tras llegar a Chile en 2000: ya no necesitaba disimular su salud. / AP.

Los desgraciados años que siguieron al golpe de Chile, la muerte de Allende, el asesinato de Victor Jara, la muerte de Pablo Neruda, los desaparecidos y detenidos generaron decenas de canciones que cantadas en el exilio sirvieron para mantener viva la llama. Esas músicas chilenas saltaron fronteras y se hicieron argentinas, uruguayas, paraguayas, brasileñas, españolas… Esta es una selección, una parte que puede ser completada por otras propuestas. Las letras están fijadas a una época desaparecida, pero no las causas por las que cantaban, estas se renuevan cada día.

1) Venceremos. Himno de campaña de Unidad Popular. Además de las interpretaciones clásicas de Inti-illimani y Quilapayun está esta versión de Dean Reed, un tipo curioso, uno de las pocas personas que ‘huyó’ de Occidente al llamado Telón de acero.

2) El pueblo unido jamás será vencido. Quilapayún. El golpe les sorprendió de gira en el extranjero. Fueron una de las principales voces del exilio y esta canción uno de los lemas de cualquier revolución, huelga y protesta, incluida la última en la Puerta del Sol de Madrid.

3) Canción del poder popular de Inti-Illimani.

4) Te recuerdo Amanda de Víctor Jara.

5) Cita con ángeles de Silvio Rodríguez

6) Al presidente de Chile, Salvador Allende. Un poema de Raferl Alberti cantado por Víctor Manuel.

7) Vuelvo a Santiago de Chile. Illapu.

Obama dice que EEUU está polarizado y necesita sanar

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CONGRESISTA HERIDA-OBAMA

En busca de unificar a una nación conmocionada y dolida, el presidente Barack Obama exhortó el miércoles por la noche a los estadounidenses a no utilizar la matanza del sábado en Arizona como una ocasión «para volverse el uno contra el otro

Por JULIE PACE y BEN FELLER
The Associated Press

TUCSON, Arizona, EE.UU. — En busca de unificar a una nación conmocionada y dolida, el presidente Barack Obama exhortó el miércoles por la noche a los estadounidenses a no utilizar la matanza del sábado en Arizona como una ocasión «para volverse el uno contra el otro».

Obama dijo que la mejor forma de honrar a los muertos y heridos en el ataque es que cada estadounidense se convierta en una mejor persona.

Y en un momento muy emotivo de su discurso, el mandatario aseguró que la representante federal Gabrielle Giffords, quien recibió un tiro a quemarropa en la cabeza, había abierto los ojos por primera vez, poco después de que Obama la visitó en el hospital.

Luego de ver al pie de su cama a Giffords, Obama señaló: «Gabby abrió los ojos, de modo que puedo decirles que ella sabe que estamos aquí, sabe que la amamos y sabe que estamos con ella durante lo que será sin duda un momento muy difícil».

La primera dama Michelle Obama se tomó de la mano con el marido de Giffords, Mark Kelly, luego que la noticia de que había abierto los ojos provocó una ovación en el estadio universitario donde se realizó la ceremonia para honrar a las víctimas del ataque.

En Tucson, Arizona, la ciudad donde ocurrió el tiroteo, Obama reconoció que no hay forma de saber qué desató el ataque que dejó seis muertos, 13 heridos y una nación conmocionada. En vez de ello, trató de dejar un recuerdo indeleble sobre la gente que fue abatida, y de convocar a la unidad nacional, a fin de que los estadounidenses aprovechen este momento para reflexionar sobre la conducta nacional y la compasión.

«Creo que podemos ser mejores», dijo Obama ante el público que abarrotó el estadio de basquetbol de la Universidad, y ante incontables compatriotas que veían su mensaje por la televisión. «Quienes murieron aquí, quienes salvaron su vida aquí, me ayudan a creer. No seremos capaces de detener toda la perversidad en el mundo, pero sé que sí depende de nosotros definir la forma en que nos tratamos el uno al otro».

El tiroteo ha conmocionado a los estadounidenses y ha desatado un debate nacional sobre el tono incendiario de la retórica de los políticos, el control de armas y el acceso a la atención psiquiátrica. En un momento en que surgieron acusaciones mutuas en Washington, acerca de si esa retórica incidió en el ataque, Obama buscó apaciguar también esos señalamientos.

«Las fuerzas que nos dividen no son tan poderosas como aquéllas que nos unen», aseguró.

Luego de dar una semblanza de cada una de las personas que murieron, el mandatario desafió a todos los que escuchaban a reflexionar cuál sería la mejor forma de honrar su memoria. Y luego dio un consejo.

Instó a refrenar cualquier instinto de culpar a otros o de dar explicaciones ramplonas.

«En un momento en que nuestro discurso se ha polarizado tanto, en un momento en el que estamos demasiado ansiosos por culpar de todo lo que aqueja al mundo a quienes piensan distinto a nosotros, es importante hacer una pausa y cerciorarnos de que hablamos con los otros en una forma que sane, no en una que hiera», dijo el presidente.

El becario Daniel Hernández, quien proporcionó los primeros auxilios a Giffords, fue ovacionado como un héroe en la ceremonia.

Pero Hernández rechazó modestamente el título de héroe, y dijo que éste le corresponde a quienes dedican su vida al servicio público.

Obama figuró entre quienes ovacionaron de pie a Hernández, de 20 años.

El mandatario llegó a Arizona horas antes, donde lo primero que hizo fue visitar en un hospital a la legisladora herida.

Las autoridades creen que Giffords fue el objetivo del ataque. Fue el primer intento de asesinato contra un miembro del Congreso en décadas. Un sospechoso está detenido y las autoridades dicen que actuó solo.

Obama volvió a verse en la necesidad de consolar a una nación. Todos los presidentes de la era reciente han tenido que hacerlo y, a veces, los actos que han realizado han ayudado a definir sus mandatos.

La historia reciente recuerda a George W. Bush haciendo sonar un corno entre los escombros del Centro de Comercio Mundial, demolido por los atentados del 11 de septiembre del 2011; a Bill Clinton después del ataque dinamitero en Oklahoma City en 1995, y a Ronald Regan, cuando respondió al estallido del transbordador espacial Challenger en 1986.

Obama ya había tenido una experiencia de luto nacional, tras el ataque a tiros perpetrado por un militar estadounidense en el puesto del Ejército en Fort Hood, Texas, en el 2009. Trece personas murieron y más de una treintena resultaron heridas.

Entonces, como ahora, Obama enfocó sus comentarios en la forma en que habían vivido las víctimas.

The tea party: movement or moment?

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By Aaron Blake and Chris Cillizza

The tea party has certainly made its mark on the politics. But does it have a future?

It’s a question that political observers have been asking ever since the tea party came along — whether it’s here to stay or is simply a flash in the pan.

Senate Majority Leader Harry Reid (D-Nev.) weighed in on that very question this weekend. During an interview that aired Sunday on NBC’s «Meet the Press,» Reid suggested the tea party is a fleeting sensation.

«The tea party was born because of the economy,» Reid said. «The economy is probably the worst it’s ever been except for maybe the Great Depression. The tea party will disappear as soon as the economy gets better. And the economy’s getting better all the time.»

At least the first half of Reid’s statement isn’t in dispute. Political movements aren’t formed in a vacuum. The struggling economy, combined with a weakened Republican Party and the actions of a Democratic-led Congress, bore what is known today as the tea party.

Just because something is borne from a certain set of circumstance, though, doesn’t mean it disappears when those circumstances do. The two major political parties, in fact, are good examples of that — enduring even as the issues of the day have changed.

But the tea party isn’t a major political party, or even a political party at all. It doesn’t have to stick around for decades to be considered a historically relevant movement.

In fact, the longevity required for historical relevance is relatively short. The populist movement of the 1880s and 90s, McCarthyism in the 1940s and 50s and the anti-war movement of the 1960s and 70s all lasted for a decade (or so) but are still a major part of our collective political history.

The tea party probably needs to last about that long in order to be more than just a footnote in history.

A recovering economy could hasten its demise, but tea partiers will tell you that it’s about more than just the current economy — it’s about debt and government spending, and those are two things that are likely to take much longer to straighten out than the current economy.

The key for the tea party movement will be adjusting its focus accordingly and staying relevant and important to the political process. It is off to a very impactful start, but the jury is still out on the durability of the movement.

Meet the new RGA, same as the old RGA: Three top staffers at the Republican Governors Association are staying on at the committee for the 2012 election cycle.

Finance director Angela Meyers may be the most important retention as she led the fundraising effort that brought in $85 million for the RGA during the last election. Also staying put are MIke Adams, who serves as general counsel and deputy executive director, and communications director Mike Schrimpf.

Phil Cox, a former senior aide to Virginia Gov. Bob McDonnell (R), will serve as executive director of the RGA in the 2012 cycle, replacing Nick Ayers who spent two elections at the helm of the committee.

The RGA has yet to name a political director.

Honold moves on: Bob Honold, who served as incumbent retention director at the National Republican Congressional Committee during the 2010 cycle, is signing out with Revolution Media — a GOP media consulting operation.

Honold will also maintain his own general consulting gig, focused primarily on the Northeast and New York, a state where he spearheaded House GOP’s six-seat gain in 2010. «Bob played a big role in Republican victories in New York this cycle. He’s extremely talented,» said independent political handicapper Stu Rothenberg.

Honold has deep roots in campaign politics. He managed Rep. Rob Wittman‘s (R-Va.) successful special election campaign in 2007 and worked on the U.S. Senate race of New Jersey state Sen. Tom Kean Jr. (R) in 2006. Honold also has worked on Capitol Hill for Rep. Virginia Foxx (R-N.C.) and former Rep. Ginny Brown-Waite (R-Fla.).

Honold joins Matt Leonardo, Evan Kozlow and Mark Dion at Revolution Media. The firm claims Sen. Pat Toomey (Pa.) as well as Reps. Steve Southerland (Fla.) and Nan Hayworth (N.Y.) as its 2010 wins.

Fixbits

Rep. Chris Murphy (D-Conn.) says he may decide on a challenge to Sen. Joe Lieberman (I-Conn.) in the coming weeks.

Sen. Kay Bailey Hutchison‘s (R-Texas) approval rating remains below 50 percent, including at just 56 percent among Republicans, according to a new Blum and Weprin poll for the Dallas Morning News. She seems ripe for a primary challenge.

Gallup shows Mike Huckabee is the most popular potential 2012 GOP presidential candidate, while Sarah Palin is the most well-known.

Former Nevada state GOP Chairwoman Sue Lowden said Friday that she would not run for Senate in 2012 if Rep. Dean Heller (R-Nev.) were to run.

Mitt Romney is on a weeklong trip to the Middle east, during which time he is scheduled to meet with Afghan President Hamid Karzai, Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu and King Abdullah of Jordan.

Freshman Rep. Bill Johnson (R-Ohio) is moving to the middle of his district, which could be beneficial if he is drawn into the same district as neighboring Rep. Bob Gibbs (R-Ohio) before the 2012 election.

There will be no second season of TLC’s «Sarah Palin’s Alaska.»

Former New York Mayor Rudy Giuliani denies a report that he is readying another presidential campaign.

 

By Aaron Blake and Chris Cillizza  | January 10, 2011

La tercera Gran Depresión (Augurios para un nuevo año)

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La crisis ha generado cambios estructurales en las relaciones internacionales y los modelos de crecimiento. Mientras Europa se desdibuja en el nuevo panorama, China empieza a practicar un neoimperialismo de corte planetario.

Un grupo de obreros chinos trabaja en la construcción de un edificio en Chengdu, en la provincia de Sichuan- CHINA PHOTOS / GETTY

Este tipo de acontecimientos marcan una inflexión en la historia de la humanidad, delimitan un cambio de paradigma. El mundo no es ya más el que era después de que se producen, pero no como consecuencia de los destrozos o alteraciones que provocan, sino porque el mismo mundo ya había cambiado antes, aunque los gobernantes y las opiniones públicas no se hubieran percatado de ello. Las crisis sistémicas constituyen el efecto y no la causa de dichos cambios. El pánico de 1873, que coincidió con el estallido de una burbuja inmobiliaria en Austria, corazón del imperio centroeuropeo, marcó también el comienzo del declive del británico y el inicio de la hegemonía americana. Hubo un deslizamiento de poder hacia el otro lado del Atlántico. De la Depresión de 1929 se derivó el auge de los fascismos europeos, que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial. Hoy el poder económico, y enseguida comprobaremos que el político también, se desplaza hacia los países asiáticos, en los que el capitalismo convive con formas de vida y organización social muy alejadas de los parámetros occidentales y de la democracia representativa.

Es famosa la frase de Galbraith según la cual «la única función de las previsiones económicas es hacer que la astrología sea respetable». Aun reconociendo las dificultades que economistas y políticos tienen en un entorno como este, el escepticismo de las gentes y la poca confianza de los agentes económicos a la hora de contemplar el futuro inmediato tiene mucho que ver con la perplejidad inicial de los expertos ante lo que sucedía y las declaraciones populistas, cuando no demagógicas, de muchos gobernantes, empeñados en que, puesto que el sistema financiero se basa en la confianza y la confianza es precisamente lo que falla, una apariencia de optimismo bastará para devolverla. Pero por mucho optimismo que se le ponga, los acuerdos de Bretton Woods perdieron hace mucho su capacidad para hacer frente a los desajustes de nuestro tiempo. Tampoco el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio responden hoy adecuadamente a las necesidades de una regulación global, sin la cual el sistema mismo no podrá sobrevivir. La reforma de las instituciones internacionales y multilaterales es precisa y urgente, pero no se vislumbra que nada parecido vaya a suceder en el corto plazo.

La idea de que los fallos o defectos del mercado hay que corregirlos mediante la intervención de las autoridades públicas se remonta por lo menos a los trabajos de John Stuart Mill, que con Adam Smith y Ricardo integra la venerada trinidad de los fundadores del liberalismo económico y padres del capitalismo moderno. La suposición de que el mercado se autorregula por sí mismo, a partir de la cual se han derivado los males que hoy padecemos, constituyó el fundamento de las reaganomics y se encuentra en el corazón del pensamiento neoconservador americano que impregnó la gobernación del presidente George W. Bush y contagió el entusiasmo de los líderes de la derecha española, y de no pocos de la izquierda. En sus Principios de economía política, Stuart Mill habla de la necesidad de que el Estado intervenga cuando, y solo cuando, se producen defectos del mercado. Este es un principio muy querido para los gobernantes actuales de casi cualquier signo ideológico y ha sido incorporado desde Keynes a la mayoría de las escuelas económicas. El pánico de 2008 tuvo mucho que ver con los fallos de las instituciones públicas y de los organismos reguladores, es decir, con los fallos de la política, y no solo con los del mercado propiamente dicho. El proceso de desregulación impulsado por los neoliberales potenció los excesos de la economía financiera, alimentados por la creatividad de los inventores de inventos y multiplicados por el uso de las redes informáticas y telemáticas a través de todo el mundo. Pero gran parte de los activos financieros que fueron considerados tóxicos se crearon por los bancos en operaciones fuera de balance y, por tanto, fuera del mercado propiamente dicho. Difícilmente puede hablarse solo de un fallo del mercado allí donde el mercado mismo no existía, o se comportaba de una forma opaca y secreta.

Entonces, si no es solo el mercado, ¿quién tuvo la culpa? La respuesta es sencilla: los reguladores que no regularon; los controladores que no controlaron; los bancos que se implicaron en aventuras financieras de alto riesgo para sus clientes mientras ellos se garantizaban sus comisiones; los especuladores que no encontraron freno de ningún género y… los gobernantes. La eclosión de las hipotecas subprime en Estados Unidos se derivó en parte de las políticas de la autoridad federal, lo mismo que la burbuja inmobiliaria española es también consecuencia de las decisiones de cientos de ayuntamientos de financiarse a través de recalificaciones de suelo, embarcándonos, bajo la dirección y el amparo de los Gobiernos centrales y autónomos, en un modelo de crecimiento basado en el ladrillo y la consiguiente destrucción de nuestras costas. Muchas comunidades autónomas y las Cajas de Ahorro dependientes de ellas acompañaron, cuando no impulsaron de manera directa, esas políticas. La inflación de activos inmobiliarios es responsable del endeudamiento de nuestras familias, pero también de la escasez de recursos con la que ahora cuentan los municipios para honrar sus compromisos de pago y mantener prestaciones sociales que no tienen cómo financiar. La caída del mercado inmobiliario, todavía no tan estruendosa como sería preciso, afecta ahora a la financiación de las haciendas municipales y a las políticas de abundancia irresponsable que muchas de ellas practicaron.

La economía no existe al margen de la política, y es algo que los ciudadanos de los países democráticos recuerdan tozudamente a sus gobernantes a la hora de las elecciones. Por eso los votantes se han alejado del proyecto europeo: lo han hecho solo después de que el proyecto europeo se haya alejado de ellos. El cambio de modelo económico al que asistimos está caracterizado por las deficiencias de los Estados-nación a la hora de controlar y regular una economía globalizada. Europa hace oídos sordos a los reiterados avisos de que, tras su debilitamiento institucional, constatable a raíz de la ampliación a 27, su capacidad de hacer frente a los problemas de un mundo globalizado no hace sino disminuir. Los Gobiernos europeos procuran inútilmente conjurar la crisis global con soluciones nacionales, mientras el poder internacional se desvanece y licua. A este paso, la Comisión será un órgano eficiente a la hora de determinar el diámetro conveniente de los espárragos en lata, pero la ausencia de una política económica y fiscal, la irrelevancia de su política de defensa y de seguridad, la inexistencia de su política exterior y la sobreabundancia del reinado de los burócratas están acabando con el proyecto que un día alumbraron los fundadores de la Europa Unida.

Muchos Gobiernos decidieron inyectar considerables cantidades de dinero en el sistema para hacer frente a la crisis de forma coyuntural, con lo que ya se sabía que el aumento de los déficits públicos sería imparable. Lo peculiar de la situación es que a corto plazo son precisas medidas que resultan contradictorias con las necesarias reformas estructurales. Ya sabíamos que un prolongado aumento de los déficits públicos acabaría pasando factura a los gobernantes, como sucede ahora en España. En nuestro caso, lo peor es que dicho déficit no ha sido motivado por medidas que contribuyeran a generar empleo o a paliar las carencias del sistema financiero, sino a establecer medidas de protección social imposibles de financiar durante un tiempo prolongado. Ahora descubrimos que, pese a tener los mejores bancos del mundo, como presuntuosamente se propagó a los cuatro vientos, el sistema financiero español está enfermo de gravedad en lo que concierne a las Cajas de Ahorro y que una intervención de algún tipo, un plan de rescate o como quiera llamarse, es más que probable, y quizá inminente. La consecuencia inmediata es que durante 2011 continuará la presión sobre el déficit público y seguiremos padeciendo una sequía considerable en el crédito a las empresas y a los particulares. En semejantes circunstancias las esperanzas de una recuperación en el mercado de empleo son ilusorias. Alemania y otros países europeos han logrado salir de la recesión, pero nuestra economía apenas se va a beneficiar de ello. El presidente del Gobierno declaró el mes pasado que todavía nos quedan cinco años para salir del túnel. Es el primer análisis realista sobre la economía española que se ha permitido hacer a lo largo de esta legislatura.

La reforma de las normas financieras y su vigilancia deben llevarse a cabo internacionalmente y es preciso establecer qué organismos reguladores, con qué facultades e instrumentos coactivos, pueden encargarse de ella. Aunque la idea de un regulador financiero global sea por el momento poco realista, la solución a la crisis pasa por una mayor coordinación de las políticas de regulación y supervisión financiera capaz de traspasar las fronteras. Es imposible mantener una moneda unificada con un solo Banco Central Europeo y desperdigar la supervisión, la inspección y la regulación entre un par de docenas de bancos centrales.

Tras los desastres generados como consecuencia de dejar la economía únicamente en manos del laissez-faire y abandonar la política a la sinrazón de la fuerza, invadiendo países para imponer a sangre y fuego no sé qué tipo de democracia, hay que reordenar el sistema económico en un entorno que recupere los valores clásicos de esta. No es verdad que los mercados tiendan al equilibrio por sí mismos; solo lo harán si están debidamente regulados y si hay una autoridad competente, legítima y reconocida, capaz de hacer cumplir las normas. Y en un mercado global, esa autoridad tiene que ser global también. De hecho, el vacío existente lo están llenando en cierta forma los poderes fácticos emergentes, como el Gobierno chino, comprando deuda de países en dificultades e implementando una política que conduce sutilmente al antiguo Imperio del Centro a practicar un neoimperialismo de corte planetario. Mientras un proceso tan complejo y controvertido se produce, Europa no acaba de aplicarse a sus deberes: ni promueve la convergencia en sus políticas económica y fiscal, ni aborda los problemas energéticos que la acucian, ni prepara soluciones futuras para sectores industriales heridos de muerte en su territorio, mientras renacen en su seno el nacionalismo, el populismo y la xenofobia. Pero, por más esfuerzos que hagan los patrioteros de todas las raleas, el papel de los Estados-nación seguirá siendo importante solo si aceptamos que tiene que ser limitado por el creciente rol de las instituciones internacionales.

Las dos grandes depresiones económicas que la historia moderna ha conocido anunciaron cambios estructurales en las relaciones internacionales y en los modelos de crecimiento. Las nuevas tecnologías y la sociedad de la información están transformando ya desde hace más de una década los modelos económicos. Esta Gran Depresión de 2008 (que en realidad comenzó ya el 2007) marcará la emergencia de China como futura próxima primera economía mundial y el establecimiento en Asia, y en países hasta ahora considerados periféricos o tercermundistas, de muchos centros de poder (económico, político y científico) que antes se ubicaban en nuestra vieja Europa. No pocos de los fundamentos de la democracia, un invento típicamente europeo, se van a ver trastocados en la nueva situación.

Los niños marchan contra las deportaciones

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Lucía de la Cruz, guatemalteca cuyo esposo fue deportado hace un año, viaja con sus  cuatro hijos, todos nacidos en Miami: Elena, de 10 años; Angélica, de 7; Andrés, de 6; y  Martina, de 3.
Lucía de la Cruz, guatemalteca cuyo esposo fue deportado hace un año, viaja con sus cuatro hijos, todos nacidos en Miami: Elena, de 10 años; Angélica, de 7; Andrés, de 6; y Martina, de 3.

PEDRO PORTAL/ ENH

Por ALFONSO CHARDY

achardy@elnuevoherald.com

En medio de aplausos y consignas, 25 niños nacidos en Estados Unidos y sus padres indocumentados abordaron un autobús en Sweetwater el martes por la mañana para participar el miércoles frente a la Casa Blanca en la «marcha de los niños» contra de las deportaciones.

Las 46 personas a bordo del autobús se congregarán junto a grupos de otras regiones del país en el Parque Lafayette, lugar tradicional para manifestaciones en Washington, D.C.

La protesta ha atraído amplia atención nacional. Los organizadores buscan dramatizar el impacto de las deportaciones sobre las familias, particularmente en las que hay niños nacidos en Estados Unidos de padres indocumentados.

Muchos de los niños a bordo del autobús expresaron temores sobre el destino de uno de sus padres, o ambos. En algunos casos, ya uno de los padres ha sido deportado.

Lucía de la Cruz, guatemalteca cuyo esposo fue deportado hace un año, viaja con sus cuatro hijos, todos nacidos en Miami: Elena, de 10 años; Angélica, de 7; Andrés, de 6; y Martina, de 3.

«Vamos porque el padre de los niños fue deportado», dijo De la Cruz a El Nuevo Herald mientras el autobús viajaba en dirección norte por la carretera Interestatal 95. ‘‘Había estado trabajando en la construcción por 11 años y le daba a los niños alimentos, calzado y ropa, pero luego migración se lo llevó».

Agentes de la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE) apresaron a Marco, esposo de De la Cruz, luego de que la policía lo detuviera por una infracción de tránsito.

De la Cruz dijo que ahora amigos y familiares le ayudan a mantener a sus hijos porque está desempleada.

Elena, su hija de 10 años, dijo que le gustaría que la recibiera el presidente Barack Obama para poder darle un mensaje.

«Le suplicaría que detenga las deportaciones porque están destruyendo a las familias, separando a las familias y extraño mucho a mi papá», afirmó Elena.

Otra viajera, Carla Méndez, ciudadana estadounidense de origen peruano, iba con su hijo de 1 año, Joan Osores, y su hermana Kimberly Méndez, ambos nacidos en Estados Unidos. Joan era el más joven de los 25 menores en el autobús. El mayor tenía 16.

«Todos vamos a Washington para apoyar la lucha por la reforma migratoria», indicó Méndez. «Francamente, es muy triste ver como los padres se los quitan a los niños».

Nadie de la familia inmediata de Méndez ha sido detenido o deportado. Sin embargo, dijo que estaba preocupada porque su madre y su esposo son indocumentados. Méndez ha hecho los pedidos de legalización de ambos ante las autoridades inmigratorias. Pero teme que sean detenidos antes de que termine el proceso.

Según un informe del 2006 del Centro Hispano Pew, en Washington, de las 6.6 millones de familias consideradas ilegales en Estados Unidos, un gran número tiene hijos o cónyuges «mixtos», o sea uno legal y otro ilegal.

El mismo informe indicó que unos 3.1 millones de niños nacidos en Estados Unidos tienen al menos un padre indocumentado.

El autobús amarillo salió de la oficina de la Fraternidad Americana, 10364 de West Flagler St., a las 11 a.m. El chofer declaró que llegaría a Washington en unas 15 horas.

Pero uno de los organizadores del viaje dijo que duraría entre 18 y 19 horas.

Cuando el autobús subió de la calle Flagler a la autopista Palmetto, los niños coreaban consignas como «¡Reforma migratoria ahora!» y «¡Sí se puede!»

Pero al tomar la autopista I-95 al norte de Miami-Dade, gradualmente hubo silencio, mientras los menores comían galletas o sandwiches y veían una película en pantallas de televisión en el techo.

Al tiempo en que el autobús viajaba entre Broward y el Condado de Palm Beach varios estaban ya dormidos.

El Senado de Estados Unidos aprueba la mayor reforma financiera desde la gran depresión

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La senadora Olympia Snowe se dirige al senado para votar en la  reforma de Wall Street. | EfeLa senadora Olympia Snowe se dirige al senado para votar en la reforma de Wall Street. | Efe

  • Es la mayor reforma financiera en 70 años en Estados Unidos
  • La ley establece límites a la banca y refuerza a las autoridades reguladoras

Agencias | Washington

El Senado de Estados Unidos aprobó este jueves, tras meses de intensas negociaciones, la reforma del sector financiero, que cambiará los métodos de supervisión de la banca por parte del Gobierno y es la más ambiciosa desde los años treinta.

El grupo demócrata logró que el proyecto, de 2.300 páginas, contara con 60 votos a favor, mientras que 39 senadores republicanos votaron en contra.

Ahora, el texto será enviado para su firma, la próxima semana, al presidente Barack Obama, que se apunta así otro éxito político en su agenda, posiblemente el último antes de las elecciones legislativas de noviembre.

El voto de este jueves culmina un largo y complicado proceso, en el que la banca de Wall Street ha ejercido duras presiones para suavizar la regulación, y en el que los republicanos han peleado para que no aumentara la intervención pública en el sector financiero.

Durante el proceso de negociación iniciado hace meses, el Congreso estadounidense ha barajado varias versiones, si bien la aprobada hoy por el Senado recoge el consenso de las dos cámaras.

Los principales aspectos

La ley reforma todas las áreas de los mercados financieros, desde cómo los consumidores obtienen sus hipotecas y las tarjetas de créditos, a cómo el Gobierno puede desmantelar una firma financiera que ha entrado en quiebra.

No obstante, cuando Obama firme el texto, el trabajo de reforma no habrá concluido, pues la ley tendrá que ser desarrollada con 533 reglamentos elaborados pro las agencias reguladoras.

Serán precisamente esas normas las que determinarán cómo afectará la legislación a la banca y a los particulares, si bien la intención general es aumentar la protección del consumidor y vigilar más al sector para evitar que se cometan de nuevo los excesos que condujeron a la crisis financiera iniciada hace dos años.

En términos generales, la ley establece por primera vez una regulación de los derivados, unos mercados muy sofisticados que se situaron en el ojo del huracán durante el derrumbe financiero.

Además, se establecen muchos límites a la banca, entre ellos el de usar su propio dinero para invertir junto a sus clientes en mercados especulativos, y se les impone exigencias más duras a la hora de calibrar el riesgo o reforzar su capital.

La ley también obliga a los bancos a segregar sus negocios vinculados a los mercados de derivados, y otorga al Gobierno la capacidad no solo de intervenir entidades que estén al borde del colapso, sino también de someterlas a una liquidación ordenada.

Uno de los pilares es la protección del consumidor, y sobre todo la propuesta del Gobierno de Obama de crear una agencia independiente encargada de vigilar la venta de productos financieros a los particulares.

La ley también establece nuevas reglas para la concesión de hipotecas, con objeto de prevenir los abusos que contribuyeron en el colapso del sector inmobiliario. Las autoridades reguladoras y supervisoras también salen reforzadas y con capacidad de establecer una mayor vigilancia sobre las grandes firmas, para detectar las situaciones de alarma en sus primeros estadios.

La aprobación de esta ley se ha convertido, junto a la reforma del sector de la salud, en los dos grandes logros de Obama en la primera parte de su mandato, que concluye en noviembre, coincidiendo con las elecciones legislativas. Para la segunda mitad ha dejado otras prioridades, como la reforma migratoria y la del sector energético.

Obama, satisfecho

El presidente estadounidense, Barack Obama, expresó su satisfacción por la aprobación en el Congreso de la histórica reforma a la regulación financiera, que consideró beneficiará a los consumidores y aumentará la transparencia del sector. Obama habló poco después de volver de un breve viaje a Michigan.

los Rostros del poder: Sonia Sotomayor

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La primera persona hispana que llega al Tribunal Supremo de Estados Unidos es mujer. Nacida en el Bronx, su madre lo fió todo a la educación, y ella, con brillantez, escaló hasta Princeton, Yale y el más alto tribunal, en el que representa un nuevo perfil de juez, más próximo a la realidad del país.

Texto de Marc Bassets

Sonia Sotomayor, durante su juramento ante el comité judicial del Senado el 13 de julio del 2009,  en los trámites previos a su toma de posesión en el Tribunal Supremo en agosto

Sonia Sotomayor entró, la sala se puso en pie y estalló en una ovación.
Todos querían hacerse fotos junto a ella. Todos querían hablar –quizá sería la última oportunidad de hacerlo con calma– con la ex compañera, aquella muchacha latina de origen humilde que acababa de llegar más lejos que ninguno de sus condiscípulos: hasta el Tribunal Supremo.

El fin de semana del 17 de octubre del 2009, los antiguos alumnos de la Yale Law School, la elitista escuela de Derecho de una de las mejores universidades del mundo, se reunieron para rememorar viejos tiempos, preguntarse por las familias y organizar coloquios sobre cuestiones legales. Sonia Sotomayor, ahora Justice Sotomayor, juez en el más alto tribunal de Estados Unidos, cuyos nueve miembros en muchos casos son más poderosos que el presidente, atrajo toda la atención.

“Fue la estrella de la velada”, recuerda Robert Klonoff, condiscípulo suyo en Yale, amigo durante más de tres décadas, y ahora decano de la escuela de Derecho Lewis and Clark, en Portland, la capital de Oregón.

Klonoff conoce bien a Sonia Sotomayor. Todavía recuerda cómo llegó al mismo Yale que en octubre la agasajaba. Era 1977. Resultaba extraño ver a un hispano en una institución como aquella, un templo educativo de la costa este donde se formaban los patricios de la República, los que tenían conexiones, los retoños del establishment. “Yo mismo me sentía fuera de lugar”, asegura el profesor, que venía de una familia de clase media “sin abogados”.

Y si en Yale Klonoff se sentía “fuera de lugar”, imagínese cómo debería sentirse Sonia…, sugiere el amigo de Sotomayor. En Estados Unidos, donde el concepto de clase media es amplísimo, los Sotomayor no eran considerados siquiera de clase media.

En el bufete de abogados Pavia & Harcourt de Nueva York, donde trabajó.
Nacida en 1954 en una familia de inmigrantes puertorriqueños en el Bronx, uno de los barrios más duros de Nueva York, huérfana de padre a los nueve años, miembro de una minoría apenas presente en los centros de poder de la superpotencia, Sonia Sotomayor “tuvo que trabajar muy duro para llegar ahí”, dice Klonoff. “Sonia no llegó a Yale porque sus padres tuvieran el dinero.”
No. Sonia Sotomayor llegó a Yale –previo paso por Princeton, otra universidad de la Ivy League, los centros más selectos del país– con becas, y, como ella misma ha reconocido, gracias a los programas de discriminación positiva, que facilitaban el acceso de minorías a las instituciones educativas.

Sonia Sotomayor encarna no sólo el sueño de igualitarismo estadounidense y de la meritocracia y el esfuerzo, sino también el sueño latino, el de la minoría más pujante que, sin embargo, tiene una presencia escasa en las élites del país.

Sotomayor no sólo es la primera hispana en llegar al Tribunal Supremo (y la tercera mujer). También es la primera juez que creció en los projects, los barrios de viviendas de protección oficial característicos de las barriadas de Nueva York.

“A veces la más hermosa campanilla puede florecer en un lugar inesperado –una cerca metálica, con vidrios rotos alrededor, junto a un edificio abandonado– regada por alguien cuyo nombre a lo mejor se desconoce”, se lee en una hagiografía para niños titulada La juez que creció en el Bronx. La metáfora es cursi, pero refleja una realidad. Sotomayor sabe, desde niña, lo que es la vida de la calle. Sabe lo que significa sufrir para llegar a final de mes

La juez posa junto a su madre, Celina, en una imagen no fechada tomada en una celebración.
Así como otras familias del Bronx se refugiaban en la religión, y otras vivían de la ayuda del Estado, Celina, viuda de Juan Sotomayor, telefonista de profesión, lo fió todo a la educación (ni a Dios ni a papá Estado), como ha explicado la periodista Lauren Collins en la revista The New Yorker. Celina obligaba a sus hijos Juan (que es médico) y Sonia a sentarse cada noche en la cocina para hacer los deberes. Con esfuerzo y dedicación, la brillante Sotomayor, ya una fanática de la serie televisiva de abogados Perry Mason, estudió con notas sobresalientes en la escuela secundaria católica Cardenal Spellman, y de ahí pasó a Princeton.

En Princeton aquella muchacha cuya lengua materna era el castellano tuvo que esforzarse más que otros compañeros procedentes de mejores escuelas y de familias anglófonas para escribir un inglés correcto, pero acabó licenciándose summa cum laude. Comprometida con asociaciones estudiantiles puertorriqueñas, saltó a Yale, donde se especializó en Derecho.

Foto de familia de los nueve jueces del Supremo tras su incorporación
Después, hizo una carrera fulgurante, desde la fiscalía del distrito de Manhattan, pasando por un bufete privado y finalmente en el Tribunal de Apelaciones de Nueva York. Divorciada tras un breve matrimonio juvenil y sin hijos, absorbida por el trabajo, apenas disfrutó de una vida privada: los compañeros de trabajo eran su familia inmediata. El compromiso con la causa latina, en todo caso, nunca lo abandonaría. Y le ha costado disgustos.

Una frase que pronunció en el 2001 en una conferencia ante estudiantes y jóvenes juristas latinos se convirtió en el argumento principal de los republicanos contra su nominación.
En Estados Unidos, el presidente nombra a los jueces del Tribunal Supremo, pero debe confirmarlos el Senado. Sotomayor salvó sin problemas los interrogatorios previos y la votación en el Senado, y juró el cargo el 8 de agosto del 2009. Pero, si algo le dio quebraderos de cabeza, fue la frase en cuestión: “Me gustaría que una latina sabia, con la riqueza de sus experiencias, llegase a conclusiones mejores que un hombre blanco que no hubiese vivido esta vida”. Por esta frase la llamaron racista, y es probable que ese día la propensión a la hipérbole que se le atribuye le jugase una mala pasada.

Es verdad que se trata sólo de una frase, pero revela un concepto de la justicia determinado, que coincide con el de Barack Obama. El presidente habló, al nombrar a Sotomayor, de la empatía como una virtud de los jueces. La empatía significa entender, más allá de la letra de la ley, el dolor de la víctima, la biografía del criminal: el contexto. Empatía es lo que en Estados Unidos llaman una palabra-código, en este caso para designar una tendencia progresista, y una sensibilidad particular con las minorías.

“Ella tiene la experiencia de ser discriminada, de ser estereotipada”, comenta su amigo Klonoff. Y, podría añadirse, es imposible eludir esta experiencia a la hora de juzgar en el Tribunal Supremo. En la primera sentencia que Sotomayor redactó en el Alto Tribunal, utilizó, por primera vez en la historia de esta instancia judicial, la expresión “inmigrantes indocumentados”, en vez del adjetivo usual –y considerado denigratorio para los inmigrantes– “ilegales”.

La juez, entre el presidente Obama y el vicepresidente Joe Biden en la Casa Blanca, el día que se anunció su elección, en mayo del 2009
En la primera sentencia que Sotomayor redactó, usó el adjetivo inmigrantes “indocumentados”, en vez del denigratorio “ilegales
En una institución donde los jueces son nombrados de por vida, y suelen vivir aislados de la América real, Sonia Sotomayor representa un anclaje en la realidad de este país cada vez más diverso, donde el presidente es hijo de un keniano y donde casi la mitad de los niños que nacen pertenecen a minorías no anglosajonas ni blancas.

El propio Antonin Scalia, la voz más prominente del sector conservador de este tribunal, reconocía el contraste en una conversación reciente con un grupo de periodistas. Scalia, ideológicamente opuesto a Sotomayor, recalcaba el contraste entre la juez y su antecesor, el jubilado David Souter, un hombre que apenas tenía vida social, se retiraba en cuanto podía a su casa en el campo e incluso carecía de televisor. Y recordaba la fiesta con la que los jueces celebraron la llegada de Sonia Sotomayor, con “comida picante” y un ambiente que denotaba que a partir de ahora las cosas serían distintas. “Nos llevamos muy bien”, asegura Scalia, que insiste en negar la imagen pública del Tribunal Supremo como “un nido de escorpiones” en el que los progresistas y conservadores viven en un estado de confrontación permanente.

No dan muestras de estar enfrentados los jueces cuando suben al estrado de la sala de audiencias del Tribunal Supremo, el imponente edificio de la colina del Capitolio de Washington, detrás de la sede del Congreso. Pero para quien asiste a una sesión –cerrada a las cámaras de televisión– queda claro que forman un grupo heterogéneo. El único juez negro, y uno de los más conservadores, Clarence Thomas, se recuesta en el sillón flexible y mantiene la boca cerrada, una costumbre habitual en él. Scalia interviene con frecuencia, e interpela a los abogados de la defensa y la acusación.

El ritmo endiablado del debate, las preguntas incisivas de los jueces que intervienen, los argumentos políticos, las interrupciones, hacen que el Supremo se asemeje más a un parlamento que a la idea que los ciudadanos tienen de un Alto Tribunal, de la última instancia jurídica en el país que en las últimas décadas ha decidido desde acabar con la segregación racial hasta las elecciones presidenciales que otorgaron la victoria a George W. Bush. La sala está llena.

Sonia Sotomayor rompe el tópico del juez novato y tímido que, en sus primeros años en el tribunal, raramente hace preguntas. La juez, que ha llegado con un termo en la mano –¿té? ¿café?– interviene varias veces durante la audiencia de una hora. El síndrome de la novata no la ha afectado. En estos momentos, nadie se acuerda de que lleva poco tiempo en el puesto, ni de que es latina, ni de que nació en el Bronx. Es una más.

Demanda del Gobierno de EE UU contra la ley de Arizona

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Obama lleva a los tribunales la ley de Arizona

Valiente y comprometido paso del presidente de EE UU frente el conflicto por la inmigración ilegal

Obama asegura que Netanyahu está listo para hacer la paz

Demanda del Gobierno de EE UU contra la ley de Arizona

El Departamento de Justicia tiene previsto ofrecer esta noche los detalles de la demanda presentada ante un tribunal federal del estado de Arizona por la supuesta inconstitucionalidad de la ley y por la usurpación por parte de las autoridades de ese territorio de una función que le corresponde al Gobierno federal. El fiscal general, Eric Holder, entiende que la Constitución deja exclusivamente en manos de la Administración central la gestión de asuntos la inmigración y la seguridad fronteriza que afectan al conjunto de los ciudadanos norteamericanos.

Los detalles legales y la defensa que Holder sea capaz de hacer de su causa serán muy importantes de cara a una pelea que puede ser dura, prolongarse durante mucho tiempo y provocar importante repercusiones políticas. Una derrota del Gobierno ante los tribunales, por ejemplo, además de debilitar gravemente a Obama, abriría la puerta a múltiples opciones legislativas sobre inmigración y podría crear un desorden jurídico inimaginable.

La ley de Arizona, que ya fue aprobada por el Congreso del Estado en abril y firmada por su gobernadora, Jan Brewer, entrará en vigor el próximo día 29 si el Gobierno de Obama no consigue antes que los jueces lo impidan. Siguiendo ese ejemplo, otros estados afectados por la situación de la frontera con México han anunciado iniciativas legislativas similares.

En un importante discurso la semana pasada, Obama reconoció que el sistema migratorio en Estados Unidos estaba quebrado, pero advirtió que era responsabilidad de su gobierno repararlo y propuso a los dos partidos un acuerdo para la aprobación de una nueva ley que regule el problema a escala nacional.

Su decisión ahora de acudir a los tribunales supone un paso infrecuente y peligroso. Por un lado, la intromisión de la Administración federal en las decisiones de un estado, por razones históricas y prácticas, suele ser poco recomendable. En este caso, además, la decisión de Washington chocaría con lo que parece ser, según las encuestas, la opinión de una mayoría de los norteamericanos.

La ley de Arizona ha sido considerada por numerosos expertos y analistas como una auténtica aberración jurídica. Convierte en un delito la presencia en Arizona de inmigrantes sin documentos y permite a la policía confirmar el estatus legal de una persona a la que se detenga por cualquier otro delito menor, incluso la presunta trasgresión de una ordenanza municipal.

Es una ley, como dijo Obama la semana pasada, que crea las condiciones potenciales para discriminar en función de la raza y para detener o molestar a ciudadanos norteamericanos o residentes legales simplemente por su aspecto o por su acento.

En definitiva, es una ley que perjudica claramente a la comunidad de origen hispano, la que más inmigrantes aporta en los estados del sur del país. Los dirigentes de esa comunidad, por esa razón, llevan semanas desarrollando un movimiento de protesta de gran repercusión. Más de 15 ciudades, entre ellas las más pobladas, se ha sumado a un boicot contra Arizona, mientras que las más influyentes instituciones del país, desde la Iglesia Católica a los sindicatos o los medios de comunicación, han denunciado la arbitrariedad de esa legislación.

La opinión pública, sin embargo, parece entender la ley de Arizona, más que como un quebranto de los principios constitucionales, como un intento de poner orden en una situación que se escapa de las manos. Estados Unidos cuenta actualmente con unos once o doce millones de inmigrantes ilegales y, aunque el ritmo ha bajado durante la reciente crisis económica, este país sigue siendo un destino predilecto de trabajadores sin papeles, especialmente procedentes del sur de su frontera.

Esos inmigrantes son, al mismo tiempo, un pilar esencial de la economía de muchos estados y una fuente de conflictos sociales. Durante años, el Gobierno en Washington ha tratado infructuosamente de regular la situación. Una serie de intereses políticos locales impiden reunir en el Congreso la mayoría precisa para hacerlo.

Ahora, la población considera este problema como uno de los prioritarios y exige, tanto el control fronterizo como la ordenación de la situación actual. Una encuesta de Gallup muestra que un 50% cree más urgente impedir la llegada de nuevos inmigrantes ilegales, mientras que un 45% estima prioritaria la regularización de los que ya están aquí.

El asunto adquiere mayor actualidad en estos momentos, cuando los partidos se disponen a cortejar el voto hispano para las elecciones legislativas de noviembre.

Caza a los ilegales en Arizona

  • El Estado del sur de EE UU adopta una ley que convierte la inmigración ilegal en delito

  • La norma desata una auténtica oleada de cólera entre los hispanos

Una auténtica oleada de cólera se ha desatado entre la comunidad hispana de Estados Unidos tras la entrada en vigor en Arizona de una ley que, por primera vez en la historia de este país, permite a la policía detener y castigar a un ciudadano por el simple hecho de ser un inmigrante ilegal. La medida, de múltiples consecuencias y extraordinario simbolismo, tendrá que ser debatida ante los tribunales de justicia y, probablemente, obligará a una acción de respuesta de Barack Obama.

La ley, que fue firmada el viernes por la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, después de que fuera aprobada por ambas cámaras del Congreso estatal, da derecho a los miembros de los servicios de seguridad a exigir a cualquier persona en la calle documentos que prueben que está aquí legalmente. De lo contrario, puede ser encarcelado hasta seis meses, multado con 2.500 dólares y, eventualmente, expulsado del país.

Hasta ahora, en Estados Unidos, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de los países europeos, la policía no tenía autoridad para pedir papeles a nadie a menos que la persona en cuestión fuera sospechosa de haber cometido algún delito. Además, ningún documento de identidad es obligatorio, por lo que muchos inmigrantes sólo pueden probar la legalidad de su situación con el sello de entrada impreso en el pasaporte o un permiso de circulación.

Varios cientos de personas, en su mayor parte hispanos, se concentraron ayer como señal de protesta ante el Capitolio de Arizona, en Phoenix. Numerosas organizaciones latinas han anunciado actos de repudio, querellas y otras medidas ante una ley que consideran racista y que, de hecho, da carta blanca a la policía para interrogar a los ciudadanos de aspecto hispano.

El presidente Obama ha manifestado que la iniciativa de Arizona constituye «una irresponsabilidad» sobre la que no es posible permanecer de brazos cruzados. «Esta ley contradice los principios básicos de justicia que nos distinguen como norteamericanos», dijo Obama, en una muy infrecuente reacción de la Casa Blanca a la actuación de los estados. El Gobierno de México y la Iglesia católica han expresado también su preocupación por esta legislación, que el cardenal Roger Mahony de Los Ángeles ha comparado con el nazismo.

La gobernadora Brewer ha justificado la ley «por la incapacidad del Gobierno federal de asegurar nuestras fronteras». La misma razón por la que le ha dado su apoyo el senador republicano de ese Estado John McCain y la mayor parte de los dirigentes y portavoces de la oposición conservadora.

La situación en Arizona y en otros estados fronterizos con México, como California, Texas o Nuevo México, ha llegado, ciertamente, a un punto de gran inquietud. Pero no sólo porque miles de personas crucen la frontera ilegalmente cada día para engrosar la cifra de entre 15 y 20 millones de inmigrantes indocumentados que viven en este país, sino porque muchos de los negocios y de la agricultura de esa región están basados en la mano de obra barata que ofrecen los trabajadores sin papeles.

Esa explotación, basada en las lamentables condiciones económicas y de seguridad al sur de la frontera, ha dado lugar a una profunda crisis en esos estados, donde miles de personas subsisten en condiciones precarias, la criminalidad aumenta y el rechazo social se agudiza.

No es casualidad que sea Arizona donde se aprueba esta controvertida ley. Arizona lleva ya algún tiempo llamando la atención de los grupos de derechos humanos por las condiciones impuestas en uno de sus condados, Maricopa, por un sheriff cruel llamado Joe Arpaio, que presume de mantener a raya a los inmigrantes con métodos vigorosos, como la constante intimidación de parte de sus policías a las familias mexicanas con intención de atemorizarlas y obligarlas a regresar. En el condado de Maricopa, a espaldas del país tolerante y culto que Obama representa, viven entre alambradas cientos de presos a los que el sheriff Arpaio obliga a vestir uniformes rosas y calzoncillos rosas, entre otras medidas degradantes.

La ley aprobada en Arizona pone ahora en primer plano situaciones como esa y aumenta dramáticamente la presión sobre el Congreso para que se apruebe una dificilísima pero imprescindible ley de inmigración. Esta legislación, que representa un gran riesgo político para los congresistas, parecía imposible a siete meses de las elecciones legislativas. Pero en los últimos días la Casa Blanca se ha puesto en contacto con los líderes demócratas en el Capitolio con el fin de conseguir su aprobación cuanto antes. El líder demócrata en el Senado, Harry Reid, cuyo escaño puede ser decidido por los muchos hispanos de Nevada, ha prometido que habrá una ley de inmigración este año.

Duras críticas desde México

El Gobierno de México criticó duramente la ley de Arizona y anunció que se planteará la relación que mantiene con dicho Estado ante una iniciativa que, a su juicio, criminaliza a los inmigrantes. «La ley (…) afecta a la relación entre Arizona y México y obliga al Gobierno mexicano a plantearse la viabilidad y la utilidad de los esquemas de cooperación que se han desarrollado con Arizona», destacó la canciller, Patricia Espinosa, a través de una declaración oficial difundida por Efe.

Espinosa lamentó que los legisladores que han aprobado la ley no hayan tenido en cuenta la «valiosa e inmensa» contribución de los inmigrantes mexicanos a la economía, sociedad y cultura de Arizona y de EE UU. «La criminalización no es el camino para resolver el fenómeno de la inmigración indocumentada», añadió la canciller, quien aseguró que ante una ley que afecta a los derechos humanos de «miles de mexicanos», el Gobierno de Felipe Calderón «no puede permanecer indiferente». En este sentido, recordó que el Ejecutivo mexicano ha llevado a cabo «diversas acciones y acercamientos a todos los niveles» para transmitir al Gobierno de Arizona las preocupaciones mexicanas «sin obtener una respuesta positiva de su parte». En la declaración se asegura que México utilizará «todos los recursos a su alcance» para defender los derechos y dignidad de los mexicanos afectados y se adelanta que la Embajada de México y los cinco consulados que tiene en ese Estado «redoblarán sus acciones de asistencia, protección consular y asesoría jurídica».

Discurso del presidente Obama: ‘Somos un país de inmigrantes y el sistema migratorio lo debe reflejar’

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El presidente Obama durante la conferencia sobre la reforma  inmigratoria. | APEl presidente Obama durante la conferencia sobre la reforma inmigratoria. | AP

  • El presidente defendió la necesidad de una reforma migratoria exhaustiva

Ricard González | Washington

En un discurso dedicado de forma íntegra al asunto de la inmigración, el presidente Obama ha expresado una vez más su apoyo a una reforma inmigratoria integral que, además de controlar de forma más entricta la frontera, también ofrezca una vía a la regularización a los millones de indocumentados en el país.

«Es necesario que se cree una nueva ley de inmigración que refleje nuestro valores como un Estado de Derecho y un país de inmigrantes», dijo el presidente. «Los inmigrantes deberán aprender que ser norteamericano comporta derechos, pero también deberes. Deberán pagar las tasas [debidas], una multa y aprender inglés».

Se esperaba que el presidente aprovechara la ocasión para anunciar públicamente que presentará un pleito contra la ley de Arizona que convierte en un delito la inmigración ilegal. Sin embargo, aunque el presidente criticó la normal, calificándola de «mal concebida», no anunció ningún movimiento respecto a la ley a la espera de recibir las conclusiones de informe que solicitó a sus consejeros legales.

El presidente reconoció que el actual sistema de inmigración «está roto», lo que lleva a que estados y entidades locales a abordar la cuestión inmigratoria con leyes propias, como ha hecho Arizona. Obama se mostró comprensivo con la pérdida de paciencia de las entidades locales ante la inacción del gobierno federal y el Congreso, pero alertó del peligro y la injusticia que supone que cada estado regule una cuestión tan sensible por su cuenta.

En su discurso, de más de unos 40 minutos de duración, el presidente ha defendido la actuación de su administración en el control de las fronteras. «Nunca antes ha habido tantas botas patrullando la frontera. Hemos doblado el número de agentes sobre el terreno, y hemos triplicado el de oficiales de inteligencia», aseguró Obama, que recordó que, contrariamente a la percepción popular, la criminalidad en las zonas fronterizas ha disminuido.

Como es habitual en Obama, ha presentado su posición sobre la cuestión como moderada, y basada en el sentido común, y ha criticado los dos extremos en este debate, quienes quieren una «amnistía», y quienes defienden que primero se deben «sellar las fronteras» antes de acometer una reforma integral de la ley de inmigración.

Limitaciones

«Técnicamente es imposible detener y deportar a 11 millones de personas. Además, sería extremadamente caro, y rompería la fibra social de esta nuestra sociedad. Porques estos inmigrantes están intricados ya en esta sociedad».

«Muchos tienen hijos que son ciudadanos, o bien son ilegales simplemente porque sus padres les trajeron a este país donde han crecido», aseveró el presidente, antes de reiterar su apoyo a la DREAM Act, una propuesta de ley que concedería la ciudadanía a los estudiantes indocumentados que consiguieran buenos resultados en la escuela.

Obama instó al Congreso, y muy especialmente a los republicanos, a aprobar la reforma porque es «una cuestión moral«, y no sólo «política, o económica». «Yo estoy a punto para progresar, [en la reforma], la mayoría de demócratas y del pueblo americano también. Pero sin el apoyo de algunos republicanos no podemos abordar este problema. Esta es la realidad política y matemática en el Congreso. Miembros de ambos partidos reben resolver este asunto de una vez».

Contrastes históricos

A diferencia del año 2007, cuando el intento de aprobar una reforma integral del sistema de inmigración fue apadrinado por John McCain, junto a Ted Kennedy, en esta ocasión ningún republicano quiere apoyar la reforma antes de las elecciones. De hecho, incluso McCain y Lindsay Graham han cambiado de opinión, y ahora se oponen a impulsar la reforma.

El discurso forma parte de un esfuerzo por parte de la Casa Blanca para mantener la cuestión inmigratoria en la agenda política, a pesar de la reticencia de muchos congresistas de aprobar una reforma este año. El lunes Obama se reunió con los líderes de varias organizaciones pro-inmigración, y el martes con los congresistas hispanos, miembros del «Congressional Hispanic Caucus».

Según la mayoría de analistas, la insistencia de Obama en la cuestión de la reforma inmigratoria se explica por un interés electoralista. Consciente de la imposibilidad de aprobar la reforma, el presidente pretendería hacer visible que la responsabilidad recae en los republicanos. Y es que la comunidad hispana está furiosa ante la inacción en este asunto, y sus votos serán decisivos en las elecciones legislativas del próximo mes de noviembre.

Más allá de las cuestiones políticas, el discurso tuvo un fuerte componente emocional. El presidente glosó la importancia que han tenido los inmigrantes en levantar este país, y en la discriminación que han sufrido otras olas de inmigrantes, como los italianos, los irlandeses, o los judíos. Aunque el discurso tuvo lugar en la American University de Washington, entre los cerca de 250 asistentes no habían muchos estudiantes, sino líderes sociales: congresistas, pastores, responsables sindicales, etc.

Los primeros en extinguirse por el cambio climático

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Los saurios no pueden adaptar su temperatura corporal a la que hay en el exterior
ARACELI ACOSTA |
MADRID
Es un hecho que en el planeta se está produciendo un declive a gran escala de muchas especies animales y vegetales. En muchos casos, el calentamiento global está detrás de esta situación, junto a otros factores, como la fragmentación del hábitat, la introducción de especies invasoras o la aparición de hongos patógenos, como está ocurriendo con los anfibios. En el caso de los lagartos y las lagartijas es el cambio climático por sí solo el vector que les conduce inexorablemente a la extinción, que ya se está produciendo, según un estudio que se publica en «Science» y en el que han participado 26 investigadores de doce países, entre ellos España.
«Las extinciones debidas al cambio climático ya están aquí, no son cosa del futuro», aseguró Barry Sinervo, autor principal del estudio e investigador de la Universidad de California en Santa Cruz (Estados Unidos) y del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia.
La investigación, que presentaron ayer en Madrid el propio Sinervo, el investigador del CSIC Ignacio De la Riva y el profesor Jean Clobert (del CNRS), partió de un estudio sobre una especie de lagartija de Europa, la lagartija de turbera, que también se encuentra en el norte de España. Cuando después de un tiempo el equipo regresó a los lugares de observación en Francia, Sinervo descubrió que un 32% de las poblaciones había desaparecido. Al mismo tiempo, se observaron también extinciones en México en especies de lagartijas del género Sceloporus, pese a que su hábitat aparecía aparentemente intacto.
Adaptarse o morir
Como explica Ignacio de la Riva, del CSIC, los reptiles no pueden regular su temperatura corporal con independencia de la que hay en el exterior. Así, en los estudios que se hicieron en México — a partir de un modelo artificial de lagarto con microchips que midió la temperatura en diferentes condiciones durante cuatro meses— se vio que con el aumento de las temperaturas estos saurios tenían menos horas al día en las que podían salir de sus escondrijos para alimentarse o criar adecuadamente.
Lagartos y lagartijas, primeros en extinguirse por el cambio  climático

Ejemplar de «Phelsuma quadriocellata» /IGNACIO DE LA RIVA-CSIC
«Supimos entonces que las extinciones serían globales», señala Sinervo. Con esas variables fisiológicas relacionadas con la regulación térmica de los reptiles y con los diferentes escenarios globales de aumento de temperaturas manejados por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), los investigadores elaboraron un modelo matemático de riesgo de extinción.
Y las conclusiones no son nada halagüeñas: el 6% de las especies de saurios del mundo se extinguirán en 2050 y un 20% lo habrán hecho en 2080. En total, unas 1.300 especies de las 5.100 especies de saurios conocidas. En la actualidad, los «puntos calientes» de extinción son Madagascar, Australia y Suramérica.
Los investigadores advierten que ya es muy difícil evitar la extinción de estas especies en 2050, por el efecto inercia del cambio climático, explica Barry Sinervo, pero sí se pueden tomar medidas para que no ocurra lo mismo en 2080.
Las especies más amenazadas van a ser las de montaña, sobre todo en zonas tropicales, porque, según explicó De la Riva, «tienden a cambiar su área de distribución altitudinalmente, es decir, si una especie vive en una zona fría y el clima es cada vez más caliente va a necesitar ir subiendo y en algunos casos se va a encontrar con que ya no tiene a donde ir». A esto se añade el hecho de que las especies de tierras bajas van a colonizar cada vez zonas más altas y van a ir desplazando a las de la montaña. Esto es, el cambio climático les pone en la senda de la extinción y «la competición de otras especies completa el trabajo», concluye Sinervo.